“El dolor viene a guiarte. El dolor es tu gurú.”
Iyengar
Desde mi visión como Yoga Terapeuta, voy a dar dos aplicaciones a esta frase del insigne maestro:
La primera va referida a la necesidad de estar presentes, de atender a las sensaciones de nuestro cuerpo cuando practicamos asana y de aprender a diferenciar entre ellas para poder distinguir entre “tensión” y “compresión”, y entre lo que llamamos dolor “bueno” y dolor “malo”.
Fotografía remedios10.net

La tensión es una sensación de resistencia dentro de los tejidos, sensación que puede manifestarse en la piel, la fascia, músculos, tendones, e incluso en las cápsulas articulares y ligamentos.
La compresión ocurre cuando ciertas áreas del cuerpo entran en contacto unas con otras, de forma que no hay más progresión posible. Puede tratarse de una compresión “suave” -cuando el contacto es entre partes blandas-, “media” -cuando las partes blandas se comprimen entre huesos-, o “fuerte o dura” -si es un hueso lo que está presionando otro hueso-.
Estas sensaciones, hasta cierto punto, englobarían el dolor “bueno”, que, en general, es más bien discomfort. Lo que apreciamos es una sensación de elongación, de estiramiento, de apertura articular, de creación de espacio. Esto ha de considerarse normal, pues en la práctica de yoga la persona va más allá de su zona de comfort, debe retarse y debe llegar a sentir algo.
Pero cuando aparece el dolor, el que denominamos “malo”, estamos ya ante una señal que da el cuerpo cuando el daño está a punto de ocurrir, está ocurriendo o ha ocurrido ya. La sensación de dolor tiene entonces cualidades de quemazón, pinchazo, desgarro u otras análogas, agudas y negativas. Este tipo de dolor, en músculos, tendones o ligamentos, y especialmente en articulaciones, no debe nunca ignorarse pues nunca va a ser saludable sino la antesala cercana de la lesión, si esta no se ha producido ya.
Y es importante prestar atención al dolor no sólo mientras se está en la postura, sino también cuando sales de ella, e incluso en los siguientes 1 o 2 días. La aparición retrasada del dolor puede deberse a cosas que hiciste en la práctica que no fueron sanas, no fueron correctas; así que es importante que investigues su causa y si puedes, lo relaciones con lo que hiciste para así poder modificar tu práctica de forma inteligente.
Pero en el enunciado de este artículo y en la citada frase de Iyengar, y tanto desde un punto de vista profesional como personal, quiero incluir también el caso del dolor crónico. Los que sufren dolor crónico pueden también, evidentemente, practicar yoga, asana -todo el mundo puede hacerlo-, pero para estas personas todo implica algún nivel o grado de dolor.

Fotografía ibureau.eu
Y entonces es, verdaderamente, cuando el dolor se convierte en tu gurú, cuando a través de él encuentras a tu gurú interior, mediante la observación, mediante svadhyaya , el auto-estudio. Dándote cuenta de que el dolor es a la vez sensación y percepción; que nuestros movimientos, pensamientos,
emociones y memorias afectan al dolor que experimentamos. Lo que no significa que el dolor esté solo en tu mente o que lo puedas eliminar con el pensamiento. El dolor es real, pero se forma a partir de muchos elementos, y no es necesariamente un reflejo de daño en el cuerpo. Es siempre el cerebro el que decide si algo te dolerá o no.
El dolor te enseña entonces a practicar de un modo más consciente, más humilde y honesto; en otro nivel, porque estás haciendo la práctica menos física, y te enfocas en la respiración, en la calidad de los pensamientos que surgen mientras practicas. Practicas con más amor y cuidado hacia ti mismo, con adecuación y sensibilidad, sin resistencias. Utilizando otras de las múltiples herramientas que ofrece el yoga. Y te haces consciente de la importancia de gestionar tu energía.
Es cierto que, en estas circunstancias, encontrar “sthira sukham asanam” (YS II.46) toma tiempo, compromiso y perseverancia. Tienes que aceptar exactamente dónde estás antes de que poco a poco, a través de la práctica constante y persistente, vayas avanzando en el ámbito de tu potencial. Pero si fuerzas y empujas tu cuerpo dolorido estás actuando con violencia, infringiendo el primer yama (ahimsa, no violencia), causando además un mayor daño a la estructura física, un impacto negativo en el sistema nervioso y una perturbación adicional a la mente.
Con una práctica regular de yoga, con todas las adaptaciones que sean precisas, tanto la cualidad como la cantidad del dolor pueden cambiar a mejor. Quizá el dolor nunca se vaya completamente, pero aumentará tu capacidad de soportarlo y tu funcionalidad en la vida diaria.